La amistad es como una planta.
Empieza siendo una semillita, algo insignificante, pequeño y absurdo. Algo que lo ves y no piensas que algún día será nada. Pero tú la plantas, la riegas y la ves el tiempo pasar.
Cuando te quieres dar cuenta tienes una pequeña plantita con dos tallos y 3 hojitas, muy tierna. Las esperanzas aumentas, piensas que de aquello puede salir algo realmente hermoso y sigues cuidandola poquito a poco.
Pasan los meses y, ¿que es lo que aparece?, una planta, de metro ochenta de altura, enorme, espectacular. Esa planta... Esa planta ya es la mejor planta que has tenido jamás, la más preciosa de todas.
En estos casos pueden pasar dos cosas:
Primero: Sigues regandola, mantiendola viva, preciosa, enorme, altísima ella y consigue acompañarte durante años y años.
o
Segundo: Ves que eso es todo lo que podías conseguir y, automaticamente, pasas de ella, se va empobreciendo y, cuando te quieres dar cuenta, muere.
Lo mismo pasa con la amistad. Si no la cuidas, se te va al garete. Y eso es lo que pasa con la nuestra bonita, que se muere.
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