Abrir los ojos.

En todo camino hay un momento en el que todo se vuelve oscuro y siniestro, todo se vuelve tan duro y explícito que asusta, que duele... Es en ese punto en el que decides caminar con los ojos cerrados para no ver nada de lo que pasa a tu alrededor, para intentar huir de toda la mierda de este mundo... Si tu mirada está oscurecida no eres consciente de todo lo que haces y dices, no eres consciente de la calidad de tus palabras, no eres consciente de la maldad de tu nueva visión del mundo...

Pero llega un día, un día que decides abrir los ojos y todo lo que habias visto por última vez no tiene absolutamente nada que ver a como era. Ahora es peor. Es más oscuro, siniestro, terrorífico y doloroso que antes si cabe. Es en ese momento en el que te miras al espejo y no te reconoces, ni física ni psicologicamente.

Lo admito, me he convertido en la pesona que siempre detesté. La típica persona que no podia tener como amigo por la perfecta moral que invadía mi cuerpo, moral que, totalmente, he perdido. Mirarte al espejo y sentir asco, no tiene precio. Creo que, sin duda alguna, es el peor sentimiento que ha recorrido mi cuerpo en toda mi vida.

Yo solía considerarme un chico enamorado del amor... Ahora, simplemente, soy un chico enamorado de la polución. Soy adicto a la polución. Y ahora mismo, estoy envenenado y necesito salir corriendo. Correr lejos, muy lejos, donde nadie me conozca, donde nadie me juzge, donde pueda volver a tener 17 años y vuelva a ser la persona perfecta que era. La persona que tenia más magia en un dedo que un Pais entero. La persona que podía con todo, que era fuerte, que era completa y absolutamente especial.

Mirarte al espejo y ver lo contaminado que estás... Eso sí que no tiene precio.

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