Miro hacia arriba y solo veo una torre interminable de escaleras que llevan a una puerta. Según la leyenda, esa puerta es la felicidad.
Empiezo a subir escaleras, una tras otra, despacito para no cansarme, poco a poco y, cuando pienso que estoy llegado, me doy cuenta de que no he llegado ni a una octava parte de lo que queda.
Depresión.
Saco fuerzas y sigo subiendo escalones, sigo pensando en el resultado, sigo manteniendo las fuerzas por conseguir lo que quiero y me resvalo.
¿Me he caido?
No. Sigo sujeto a la debil barandilla. Durante días sigo corriendo hacia arriba y sigo viendo la puerta igual de lejos.
¿Me caeré? ¿Aguantaré y llegaré?
Mañana diré si he tropezado o no.
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